Las siete palabras
meditando en las Siete Palabras.
1. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen
Sabiendo
o no sabiendo lo que hacemos, sabemos que nos amas, porque ya hemos
visto tus maneras en los ojos y en la boca de tu Hijo Jesús. Ya no eres
más para nosotros el Dios terrible. ¡Sabemos que eres Amor! Sabemos que
no sabes castigar... Tú eres un Dios vencido en la ternura. Tú esperas
siempre, Padre, y acoges y restauras la vida hasta de los asesinos de tu
Hijo (que somos todos nosotros). ¡Perdónalos! ¡Perdónanos! Atiende este
pedido de tu Hijo en la cruz, prueba mayor de tu amor de Padre. ¡Y
acógenos, oh Padre, oh Madre, oh cuna, oh casa de cuantos retornamos
buscando tu abrazo!
2. En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso
Tu
corazón sin puertas, siempre abierto, ¡qué fácil es robarte el Paraíso!
Bandidos todos nosotros, depredadores del Cosmos y de la Vida, sólo
podemos salvarnos asaltándote, Cristo, en nuestro `hoy' diario esa
Misericordia que chorrea en tu sangre... Tu blando silbo de Buen Pastor
nos llama. Tu corazón reclama, impaciente, a todos los marginados, a
todos los prohibidos. Tú nos conoces bien, y nos consientes, hermano de
cruz y cómplice de sueños, compañero de todos los caminos, ¡Tú eres el
Camino y la Llegada!
3. ¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!
Por
causa de ese Hombre, el más totalmente humano, ¡tú eres la bendita
entre todas las mujeres! Madre de todas las madres, dulce Madre nuestra,
¡por causa de ese Hijo, hermano de todos! ¡Hagamos casa, pues, oh
Madre! ¡Hagamos la familia de todas las familias de todas las naciones! A
cuenta de esa Carne, hermana de toda carne, destrozada en la cruz,
Hostia del mundo. Cansados o perdidos, necesitamos, Madre, tu agasajo,
sombra clara de Dios en toda cruz humana, divina canción de cuna en todo
humano sueño. Queremos ser discípulos amados, ¡oh Maestra del
Evangelio! Queremos ser herederos de Jesús, oh Madre, ¡vida de la Vida!
En ese cambio de hijos, tú sabes bien, María, que nos ganas a todos y no
pierdes el Hijo ya de vuelta a su Padre, para esperarnos con la Casa
pronta.
4. Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos
nuestros pecados se hacen hematoma en tu Carne, oh Verbo. Todos
nuestros rictus te deforman el Rostro. En tu soledad se refugian todas
las soledades de la Historia Humana... En tu grito vencido (¡misteriosa
victoria!) detonan, oh Jesús, todos nuestros gritos ahogados, todas
nuestras blasfemias... -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la impotencia? ¿Por
qué te callas, Dios, por qué te callas delante de la injusticia, en Rio o
en Colombia, en África, en el mundo, ante los tribunales o en los
bancos...? ¿No te importan los hijos que engendraste? ¿No te importa tu
Nombre? Es la hora de las tinieblas, del silencio del Padre, para su
Hijo. Es la hora de la fe, oscura y desnuda, del silencio de Dios, para
todos nosotros...
5.¡Tengo sed!
Tú
tienes sed ¿de qué, oh Fuente Viva? En el manantial quebrado de tu
Cuerpo los ángeles se sacian. Ytodos los humanos bebemos en tus ojos
moribundos la luz que no se apaga. Tierra de nuestra carne, calcinada
por todo el egoísmo que brota de la Humanidad, tienes la sed del Amor
que no tenemos, ebrios de tantas aguas suicidas... Sabemos, sin embargo,
que será de esa boca, reseca por la sed, de donde nos vendrá el Himno
de la Alegría, el Vino de la Fraternidad, ¡la crecida jubilosa de la
Tierra Prometida! ¡Danos sed de la sed! ¡Danos la sed de Dios!
6. Todo está consumado
De
Tu parte, ¡sí! De nuestra parte, nos falta aún ese largo día a día de
cada historia humana, de toda la Humana Historia. Tú ya lo has hecho
todo, ¡Rey y Reino! Todo está por hacer, a la luz del Reino, en esta
noche que nos cerca (de lucro y de egoísmo, de miedo y de mentira, de
odios y de guerras). El Padre te dio un Cuerpo de servicio y Tú has
rendido el ciento, el infinito. Todo está consumado, en el Perdón y en
la Gloria.
Todo puede ser Gracia, en la lucha y en el camino.
Ya has sido el Camino, Compañero.
Y eres, por fin, ¡la Llegada!
En tu Cruz
se anulan el poder del Pecado
y la sentencia de la muerte.
Todo canta Esperanza...
7. ¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!
Gloria
de su Gloria, Dios de Dios, de siempre igual a Él, Tú has venido del
Padre. Y ahora al Padre vuelves desde nosotros, igual a nosotros, Dios y
Hombre para siempre. En el seno del Espíritu el Padre te acoge, Hijo
Bien amado, Amén de su Amor ya satisfecho. La Muerte ha sucumbido en tu
Muerte como un fantasma inútil, para siempre. Y en tus Manos reposan
nuestras vidas, vencedoras de la muerte, a su hora. En tu Paz descansa
esperanzada nuestra agitada paz. Descansa en Paz, por fin, en la Paz del
Padre, eterna, Tú que eres ¡nuestra Paz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario